Es el primer relato ''corto'' que escribo desde hace muuucho tiempo, os pido vuestra opinión por fa por fa por fa -Mendigando comentarios-
Es que me tenéis abandonadita. Que casi llegamos a las 1000 visitas, dadle un poco de vidilla al asunto, ¿no os parece?
Bueno, os dejo con el relato. Espero que os guste, al menos.
Muñeca
de azúcar.
Piel blanca. Tan blanca que parecía
muerta. Sin embargo, tenía encanto. Daba la sensación de ser frágil y dura cómo
la porcelana, pero daban ganas de rozar la yema de los dedos sobre ella.
Dicen que una chica para ser guapa
tan sólo necesita dibujar una buena sonrisa en su rostro.
Ella no lo necesitaba. Atraía como
imanes a los humanos. Su cara siempre permanecía hierática.
Sus ojos se asemejaban a dos trozos
de cristal tintado de un color azul verdoso, fundido en su rostro.
Una nariz ligeramente respingona y
encantadora, libre de imperfecciones, aún así empolvada.
Sus labios, semejantes a los que
dibuja un escultor en el busto de su musa, pequeños, rosados y perfectos.
Su cabello era graciosamente
ondulado, exageradamente largo y rubio,
que tapaba su frente con un
flequillo recto con reflejos de colores.
Vestía tal y como una muñeca.
Trajes de satén y de seda, con mucho vuelo e infinidad de capas de colores
apagados, o bien telas sencillas de color pastel con lazos y cintas.
La llamaban la muñeca de azúcar.
Por que era dulce, preciosa, manejable y comestible.
En fin, eso decían todos.
Verdaderamente,
no tengo amigos. Pero siempre invito y soy invitada a fiestas de té, semejantes
a las que las niñas pequeñas organizan en sus casitas de muñecas.
El caso es que me encantan. El té está bueno.
Me relaja.
Me dejan
cartas de invitación a sus fiestecillas falsas frente a mi puerta. Me gustan
sus casas. Desde fuera son pequeñas y burdas, pero por dentro son amplias,
llenas de luz y de decoraciones.
Soy
querida por todos, aunque nadie se pregunta cómo soy en realidad.
Soy una
persona estoica, sin excepción. ¿De verdad nadie piensa que soy siniestra? Es
para pensarlo.
Me repugna
el hecho de estar rodeada de humanos a los que no les importa quién sea en
realidad. Soy bonita y obediente, y eso les basta.
Humanos…Yo
también soy humana. En fin, creo.
A veces he
dudado de mi misma naturaleza. Al no sentir, al no comprender bien las
expresiones de mi propio rostro que difícilmente cambiaban, pensé que era un
‘’robot’’ o un ‘’cibor’’ o ‘’autómata’’
creo que lo llaman.
Pero no
tengo cables en mi interior, y necesito alimento y agua para subsistir.
Resido en
un pequeño pueblo perdido entre las llanuras del norte del Cáucaso, En una gran
mansión barroca que nadie sabe exactamente qué hace allí.
Éste
pueblo es muy curioso. Todo lo que cuenta es la apariencia. Todos engañan y son
engañados sin darse cuenta. Es gracioso a la vez que preocupante.
También me
parece preocupante la manera de la que me miran, entre fascinados y sorprendidos.
Infundo mucho respeto, al parecer.
No sé el
nombre de nadie, y creo que nadie sabe el mío. Para todos soy ‘’La muñeca de
azúcar’’.
Bueno, eso
lo dejo pasar, por que ni siquiera yo sé cómo me llamo. Así que me llamo a mí
misma, Alice. Es un nombre bonito. Me gustaría llamarme así.
.
No trabajo
ni estudio, y aún así no me falta nada. No sé cómo, mi casa siempre ha sido la
más grande y bonita, tanto por fuera y por dentro y siempre ha estado colmada
de bienes, tanto necesarios como innecesarios.
Sólo
escribo y leo. Me gusta escribir.
Escribo
pequeños diarios, escribo sobre el paisaje nevado que siempre me rodea, escribo
sobre el aire invernal que siempre circula por mis pulmones y escribo sobre la
gente.
Como no sé
el nombre de nadie, los llamo por números. Me parece gracioso. Los observo y
escribo sobre ellos.
No tengo
mucha memoria, y esa es otra de las razones por las que escribo. Para acordarme
bien de todo. No me gusta no acordarme de las cosas, me resulta inquietante e
impotente.
Un día
donde la nieve comenzaba a derretirse,
alguien llamó repentinamente a mi puerta.
-¡¡¡Abra!!!¡¡¡Abra,
por favor!!!
Era una
voz masculina.
Me tomé mi
tiempo para levantarme del mullido sofá, retirar el libro que estaba leyendo de
mi regazo, mientras volvían a llamar, con más insistencia.
Ése día
llevaba un vestido que llegaba por las rodillas vaporoso, color café, de
tirantas con una camisa rosácea de volantes por debajo.
Yo abrí la
gran puerta de madera antigua con tranquilidad y paciencia. No dije nada,
simplemente esperé a que el muchacho de apenas 13 años que estaba ante mí,
rubio de ojos castaños, hablase.
Aunque ya
hiciera algo más de calor, el chico llevaba una bufanda oscura que le tapaba la
boca y un pequeño traje de chaqueta muy gracioso color azul marino.
-¡Tienes
que escucharme, por favor!-Exclamó.
-¿Qué
ocurre?-Pregunté, sin alarmarme-¿Quieres pasar?
El chico
asintió.
-Sí. Rápido,
por favor. No hay mucho tiempo.
No habíamos
ni pasado del amplio recibidor al salón, cuando empezó a hablar aceleradamente.
-Eh..Ahm…Puede
resultar un poco violento, pero…Quiero decirte la verdad. Quiero decirte lo que
eres de verdad.
Yo me giré.
-Adelante.
¿Qué pasa? ¿Quieres té?
-¡NO!¡NO
HAY TIEMPO PARA TÉ!-Gritó, tal vez demasiado alto -¡TÚ! ¡Tú eres el resultado
de un experimento! ¡Un extraordinario experimento!
-Vale,
entendido, no quieres té. Siéntate. –Yo me senté y lo invité a situarse frente a mí- ¿De qué
experimento hablas?
-Desde
luego que…No, no eres tú. Has cambiado. Yo pensaba que serías la misma.
-Explícate.
-Verás…Hay
una razón por la que todos te llaman ‘’Muñeca de Azúcar’’
De pronto,
alguien sacudió la puerta nuevamente. Me incorporé de un salto. Cuando me quise
dar cuenta, habían echado la puerta abajo y tres fornidos hombres vestidos de
negro habían entrado.
-¡No!-El
chiquillo palideció.-¡Ya es tarde!¡Tienes que averiguar la verdad!
-¡Michael!-Dijo
uno de los hombres asiéndolo por los hombros. Otro lo cogió en brazos, mientras
el niño pataleaba y chillaba.
-Disculpe
las molestias-Dijo otro, inclinándose ante mí.
Yo arqueé
una ceja, mientras observaba cómo se llevaban al niño hacia fuera.
-Exijo una
clara explicación –Dije totalmente calmada, cruzándome de brazos.
-No pasa
nada, el niño…Verá, el niño sufre un…Un leve trastorno mental y dice cosas que
no son. Imagínese, ya ha oído usted…
-Yo no he
oído nada. ¿Qué es lo que el niño ha dicho exactamente?
-Pues verá…Nada
importante. Tenemos que llevarlo…Eh…A su casa. Disculpe las molestias
nuevamente. Adiós.
El hombre
retrocedió y rápidamente desapareció junto con los otros dos.
Sin
pensarlo casi, cogí uno de los abrigos del perchero y me enfundé en él,
dispuesta a llegar al fondo de éste asunto.
Mi intuición
decía que ése niño estaba, en realidad, completamente sano.
Y, además,
¿Qué habría querido decirme?
Anduve rápidamente
por las resbaladizas calles del pueblo, siguiendo de lejos a los hombres y al
niño, que se metieron en una de las casas del norte.
La poca
gente que paseaba en esos momentos me observaba sin decir una palabra.
Me asomé a
la ventana de la casa. No podía ver
mucho, pero afortunadamente, se oía todo.
-¡¡¡Michael!!!-Chilló
el hombre que me había pedido disculpas recientemente- ¿En qué estabas pensando? ¡Ibas a mandarlo todo al
garete!
Parecía
realmente enfadado.
El chico
estaba sentado en una silla, frente a él, creo, y se removía, inquieto.
-Quiero
recuperarla.
-Sabes muy
bien que eso es imposible. Tu hermana está muerta. Deberías de aceptarlo ya.
-Debería
saber la verdad.
-Es una
muñeca. No tiene sentimientos. Simplemente, cree ser como nosotros. Y es mejor
que lo siga creyendo. El Jefe lo quiere así. Es todo parte del Gran
Experimento.
-¡El Jefe
es un ser cruel y despiadado!
-Y también
un genio brillante. ¿Quién habría podido inventar cosa así, ¿Eh? ¡Dime!
-Nadie,
pero no había necesidad de crear tal cosa. Además, hubo que sacrificar a Alice.
Ali…
-Ya te he
dicho que no puedes recuperarla. Muerta está y muerta se quedará. Ahora te
quedarás aquí un buen tiempo, para que no vuelvas a repetir esta gran tontería
que te podría haber costado la vida, tanto a ti como a mí. A ver si mantenemos
la boca cerrada. ¿Está claro?
-Yo sólo
quería…
Hubo un
fuerte portazo. Michael se quedó sólo.
Comenzó a
llorar y a hipar desconsoladamente.
Empecé a
pensar.
¿Habían
estado hablando de mí?
¿O de esa
Alice?
Era raro,
por que yo me llamaba a mí misma Alice, pero nadie más lo sabía.
No era
gracioso. Estaba empezando a preocuparme. Quería hablar con ese niño. Debía
hablar con ese niño.
El hombre
ya no estaba en la habitación. Tenía que entrar, como fuera, coger al chico y
salir de allí.
Me puse de
puntillas y agité una mano, para que el niño me viese. Así fue, puesto que la
ventana se abrió, pocos instantes después.
-¿Qué
haces aquí?-Preguntó, asombrado, enjugándose las lágrimas.
-Quiero
que me lo cuentes todo, Michael. ¿Qué está pasando?
El chico
miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie y saltó de la
ventana, aterrizando junto a mí. Me tomó de la mano y comenzó a andar calle
abajo aceleradamente. Yo simplemente, le dejé hacer.
Se metió
en un pequeño callejón todavía cubierto de nieve. Se sentó sobre ella y me hizo
una señal para que hiciera lo mismo.
-Bueno,
¿Por dónde empiezo?-Dijo, algo nervioso y estresado.
-¿Qué tal
por el principio?-Sugerí. Él sonrió amargamente.
-Te llamas
Alice. Y eres mi hermana. Bueno, no exactamente.
-¿No
exactamente?-Estaba algo turbada, puesto que aquel chico no me sonaba de nada. ¿Debía
creerlo?
-Hay un
gran científico en éste pueblo, que funciona a modo de Alcalde puesto que es
quien mueve los hilos. No sólo es un gran científico, qué digo, es un genio. Lo
conoces, de hecho.
Tenía un
proyecto. Quería crear personas humanas. Clonarlas, digamos. Pero no de la
misma manera de la que somos. No quería hacer robots. No quería hacer muñecos
de cera. Por ello, recurrió al azúcar.
Yo no dije
nada. Estaba confusa. Y entendía más bien poco.
Michael
suspiró y prosiguió:
-Creó un
extraño mejunje hecho de azúcar, se deformaba como la plastilina. Parecía un
juego de niños. Pero, al pasar veinticuatro horas, la pasta se solidificaba y
resultaba indestructible.
Y con ello formó unos huesos, que formaban
todo un esqueleto humano. A continuación construyó todo el envoltorio muscular
con una sustancia elástica, rosada y azucarada.
Y después,
con chocolate blanco y más azúcar, creó el envoltorio definitivo, el de la
piel. Una gruesa capa de ‘algo’ duro semejante a la porcelana.
Era un
genio…Un artista.
Ya estaba cobrando
la forma de una bella jovencita de dieciséis años, bajita y delgada.
Era
preciosa.
Y a quién
había elegido cómo modelo para fijarse, había sido…Su hija. Alice.
O en otras
palabras, mi hermana.
Tardó
meses en hacer su más hermosa creación, un retrato a escala real de su querida
hija hecha de dulce.
Juntó sus
dos razones de vivir en una sola.
La llamó :
La muñeca de azúcar.
Todos
estábamos maravillados. Alice se sentía realmente afortunada.
La muñeca
era perfecta, bella y preciosa. Mi padre sólo tenía un sueño, un deseo, una
ambición en esos momentos: Que cobrase vida.
Sabía que
eso era imposible, pues no había nada vivo en ella, aunque su cuerpo era
exactamente cómo el de un humano. Sólo que, claro está, estaba hecho en su gran
mayoría de azúcar.
Y
entonces, tuvo una gran descabellada y peligrosa idea.
Si sus cálculos
eran totalmente correctos sobre la muñeca, Necesitaría el sistema respiratorio,
nervioso, digestivo, circulatorio y excretor humanos para que funcionase como
tal.
Por lo que
una noche de locura, anestesió a su propia hija para abrirla completamente y
extraer lo que necesitaba para introducirlo en su querida muñeca.
Y así…Naciste
tú.
Yo no dije
nada. Estaba realmente impresionada.
-No es
posible que matase a su propia hija para verme viva a mí-Conseguí articular
palabra.
-No era
ese el plan –Dijo- Mi padre realmente esperaba que su hija viviese dentro de
esa muñeca. La amaba con toda su alma. Pero surgió un problema y tu memoria se
reseteó completamente. Ahora eras la ‘Muñeca de Azúcar’. No Alice. Alice estaba
muerta.
Hubo que
enseñarte de nuevo a caminar, a leer, a escribir, a comer…Pero aprendiste
deprisa. Aunque de eso, aparentemente, no te acuerdas.
Yo negué
con la cabeza.
-Si yo no
soy Alice, ¿Por qué me llamas cómo si lo fuera?
Michael
rompió a llorar en ese mismo momento.
-Por que…Esperaba
que me recordases. Esperaba recuperarte…Recuperar a mi hermana-Rectificó, entre
sollozos- Eres una hermosa creación. Probablemente la más impresionante de éste
mundo. Yo sólo quería que supieras la verdad. Que…Estás hecha de azúcar.
Todo el
mundo te conoce y todo el mundo te respeta. Por que eres el mejor invento de
toda la historia. Todas las noches, alguien se cuela en tu casa para que no te
falte nada, para que vivas en el máximo lujo cómodamente. Todo por órdenes de
mi padre.
-Así que…Al
fin y al cabo no soy más que un invento. Que un deseo fallido de la reencarnación
de Alice en un cuerpo comestible.
Me sentía
rara. Sabía que algo iba mal.
Me
incorporé y caminé hacia mi casa.
Bueno. No
era mi casa.
Era la
casa de Alice.
No miré
atrás para ver al pequeño Michael rodeado de sus lágrimas y de nieve.
No sentía
lástima. No sentía desesperación. Ni frustración. Ni sorpresa, al descubrir lo
que era.
Por que,
aunque tuviera el cerebro y el corazón de Alice, seguía siendo una muñeca.
En el último
instante, cambié de rumbo. Iría hacia casa del alcalde/científico/genio. O mi
padre. Bueno.
Llamé
suavemente a la puerta.
-¿Quién es?-Susurró
una voz ronca y masculina.
-Soy la
muñeca de azúcar.
Pareció
sorprendido. Abrió.
Tendría
unos cincuenta años. Tenía el pelo alborotado, cubierto de mechones grises. Vestía
una bata blanca, y tenía el rostro apagado.
-Vaya…Qué
sorpresa…¿Qué le trae por aquí?
-¿Puedo
sentarme?-Dije, sin contestar a su pregunta, dirigiéndome a su despacho.
-Eh…Claro,
claro, sí. ¿Quiere un té?
-No estaría
nada mal. Gracias.
Me senté frente
al escritorio del que probablemente era mi padre.
Observé
que tenía un abrecartas en la mesa. Lo cogí delicadamente y lo escondí entre
mis faldas.
El científico
entró con una humeante taza de té poco
después y la puso frente a mí.
-Gracias-
Dije.
Él se sentó
frente a mí.
-¿Y qué le
ha hecho venir por estos parajes?
Yo estiré
el brazo izquierdo y lo puse sobre el escritorio. Cogí el abrecartas y me abrí
un tajo en la ‘piel’. No sentí dolor.
-¡Eh!¡Eh!¡Al..!¿Qué
hace?
Enganché
la parte inferior de mi dentadura en el interior del tajo y tiré, hasta
arrancarme un trozo de piel.
Me lo comí.
-Hizo un
buen trabajo conmigo, Alcalde. De verdad. Se lo agradezco.
-Tú…Alice…Tu
piel…No se puede sustituir…
-Al menos
está rica. Sabe a chocolate blanco. –Dije yo, tranquilamente saboreando la
mezcla del chocolate, azúcar y demás químicos que se deshacía en mi lengua.
-¿Lo
sabías todo desde el principio?-Preguntó.
-Lo sé
todo desde hace apenas diez minutos. Que sepa que me parece increíble lo que ha
hecho. Ya que me ha dado la vida. Sé que está dolido por que, aunque sea el
interior de su hija. Su hija, en realidad, está muerta. Yo sólo soy una mera
copia de ella. Yo no soy Alice.
Soy
semejante a un robot. No tengo sentimientos. Mi mente se resetea de vez en
cuando y no recuerdo nada, pero por lo menos, tengo mis cuadernos que me ayudan
a recordar.
Gracias
por darme todo cuan he necesitado, aunque no lo haya pedido.
Pero mi
corazón funcionaría mejor en otro cuerpo que no es este. ¿No le parece,
Alcalde?
-Tienes
razón…Alice, tienes razón. Lo siento tanto… Yo de verdad estoy arrepentido…Me
volví loco y ...
-No soy
Alice- Repetí- Soy una muñeca de azúcar.
-Redshell.
Te comento porque me das pena (o porque te echo de menos) xD.
ResponderEliminarLa verdad que... me ha gustado este relatillo tuyo, aunque me esperaba yuri. Pero está bien, aunque la ciencia falla contra la creatividad, pero te lo dejamos pasar.
Y ese momento en el que Alice engulle un trozo de su propia piel... hace dañito xD. Al imaginarlo todo queda un poco siniestro, pero quedo con la duda de saber cómo es la sangre de Alice é.é
No quiero dar pena :/
EliminarPues menos mal que te ha hecho dañito por que al principio iba a ser algo gore gore, pero en el último momento me relajé.
Ya, no tiene sentido, pero no sé de ciencia y me lo invento todo de una manera muy kawaii desu ne(?
La sangre de Alice esagua, vale?xD agua azucarada. Sí. Ya ves qué imaginación.
No todo es yuri, cariño mío xD.
Pues a mí me ha encantado. Al contrario que como dice marilen, creo que hubiera estado mejor que se comiera a sí misma del todo xD. No sé, sería más dramático. Me gusta el drama JAJAJA. Pero está genial, muy original. Y eso de que la ciencia falla... Es un relato de ciencia ficción, no tiene que ser real
ResponderEliminarO sea tía yo me declaro Sarahtor forever
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