sábado, 13 de septiembre de 2014

Muñeca de Azúcar.

Os dejo aquí un relato de unas 6 páginas que me ha ocupado que he acabado -y empezado- hoy.
Es el primer relato ''corto'' que escribo desde hace muuucho tiempo, os pido vuestra opinión por fa por fa por fa -Mendigando comentarios-
Es que me tenéis abandonadita. Que casi llegamos a las 1000 visitas, dadle un poco de vidilla al asunto, ¿no os parece?
Bueno, os dejo con el relato. Espero que os guste, al menos.



Muñeca de azúcar.

Piel blanca. Tan blanca que parecía muerta. Sin embargo, tenía encanto. Daba la sensación de ser frágil y dura cómo la porcelana, pero daban ganas de rozar la yema de los dedos sobre ella.
Dicen que una chica para ser guapa tan sólo necesita dibujar una buena sonrisa en su rostro.
Ella no lo necesitaba. Atraía como imanes a los humanos. Su cara siempre permanecía hierática.
Sus ojos se asemejaban a dos trozos de cristal tintado de un color azul verdoso, fundido en su rostro.
Una nariz ligeramente respingona y encantadora, libre de imperfecciones, aún así empolvada.
Sus labios, semejantes a los que dibuja un escultor en el busto de su musa, pequeños, rosados y perfectos.
Su cabello era graciosamente ondulado, exageradamente largo y rubio,  que tapaba su frente con un  flequillo recto con reflejos de colores.
Vestía tal y como una muñeca. Trajes de satén y de seda, con mucho vuelo e infinidad de capas de colores apagados, o bien telas sencillas de color pastel con lazos y cintas.

La llamaban la muñeca de azúcar. Por que era dulce, preciosa, manejable y comestible.
En fin, eso decían todos.

Verdaderamente, no tengo amigos. Pero siempre invito y soy invitada a fiestas de té, semejantes a las que las niñas pequeñas organizan en sus casitas de muñecas.
 El caso es que me encantan. El té está bueno. Me relaja.
Me dejan cartas de invitación a sus fiestecillas falsas frente a mi puerta. Me gustan sus casas. Desde fuera son pequeñas y burdas, pero por dentro son amplias, llenas de luz y de decoraciones.
Soy querida por todos, aunque nadie se pregunta cómo soy en realidad.
Soy una persona estoica, sin excepción. ¿De verdad nadie piensa que soy siniestra? Es para pensarlo.
Me repugna el hecho de estar rodeada de humanos a los que no les importa quién sea en realidad. Soy bonita y obediente, y eso les basta.
Humanos…Yo también soy humana. En fin, creo.
A veces he dudado de mi misma naturaleza. Al no sentir, al no comprender bien las expresiones de mi propio rostro que difícilmente cambiaban, pensé que era un ‘’robot’’ o un  ‘’cibor’’ o ‘’autómata’’ creo que lo llaman.
Pero no tengo cables en mi interior, y necesito alimento y agua para subsistir.

Resido en un pequeño pueblo perdido entre las llanuras del norte del Cáucaso, En una gran mansión barroca que nadie sabe exactamente qué hace allí.
Éste pueblo es muy curioso. Todo lo que cuenta es la apariencia. Todos engañan y son engañados sin darse cuenta. Es gracioso a la vez que preocupante.
También me parece preocupante la manera de la que me miran, entre fascinados y sorprendidos. Infundo mucho respeto, al parecer.
No sé el nombre de nadie, y creo que nadie sabe el mío. Para todos soy ‘’La muñeca de azúcar’’.
Bueno, eso lo dejo pasar, por que ni siquiera yo sé cómo me llamo. Así que me llamo a mí misma, Alice. Es un nombre bonito. Me gustaría llamarme así.
.
No trabajo ni estudio, y aún así no me falta nada. No sé cómo, mi casa siempre ha sido la más grande y bonita, tanto por fuera y por dentro y siempre ha estado colmada de bienes, tanto necesarios como innecesarios.
Sólo escribo y leo. Me gusta escribir.
Escribo pequeños diarios, escribo sobre el paisaje nevado que siempre me rodea, escribo sobre el aire invernal que siempre circula por mis pulmones y escribo sobre la gente.
Como no sé el nombre de nadie, los llamo por números. Me parece gracioso. Los observo y escribo sobre ellos.

No tengo mucha memoria, y esa es otra de las razones por las que escribo. Para acordarme bien de todo. No me gusta no acordarme de las cosas, me resulta inquietante e impotente.

Un día donde la nieve comenzaba a derretirse,  alguien llamó repentinamente a mi puerta.
-¡¡¡Abra!!!¡¡¡Abra, por favor!!!
Era una voz masculina.
Me tomé mi tiempo para levantarme del mullido sofá, retirar el libro que estaba leyendo de mi regazo, mientras volvían a llamar, con más insistencia.
Ése día llevaba un vestido que llegaba por las rodillas vaporoso, color café, de tirantas con una camisa rosácea de volantes por debajo.
Yo abrí la gran puerta de madera antigua con tranquilidad y paciencia. No dije nada, simplemente esperé a que el muchacho de apenas 13 años que estaba ante mí, rubio de ojos castaños, hablase.
Aunque ya hiciera algo más de calor, el chico llevaba una bufanda oscura que le tapaba la boca y un pequeño traje de chaqueta muy gracioso color azul marino.
-¡Tienes que escucharme, por favor!-Exclamó.
-¿Qué ocurre?-Pregunté, sin alarmarme-¿Quieres pasar?
El chico asintió.
-Sí. Rápido, por favor. No hay mucho tiempo.
No habíamos ni pasado del amplio recibidor al salón, cuando empezó a hablar aceleradamente.
-Eh..Ahm…Puede resultar un poco violento, pero…Quiero decirte la verdad. Quiero decirte lo que eres de verdad.
Yo me giré.
-Adelante. ¿Qué pasa? ¿Quieres té?
-¡NO!¡NO HAY TIEMPO PARA TÉ!-Gritó, tal vez demasiado alto -¡TÚ! ¡Tú eres el resultado de un experimento! ¡Un extraordinario experimento!
-Vale, entendido, no quieres té. Siéntate. –Yo me senté  y lo invité a situarse frente a mí- ¿De qué experimento hablas?
-Desde luego que…No, no eres tú. Has cambiado. Yo pensaba que serías la misma.
-Explícate.
-Verás…Hay una razón por la que todos te llaman ‘’Muñeca de Azúcar’’

De pronto, alguien sacudió la puerta nuevamente. Me incorporé de un salto. Cuando me quise dar cuenta, habían echado la puerta abajo y tres fornidos hombres vestidos de negro habían entrado.
-¡No!-El chiquillo palideció.-¡Ya es tarde!¡Tienes que averiguar la verdad!
-¡Michael!-Dijo uno de los hombres asiéndolo por los hombros. Otro lo cogió en brazos, mientras el niño pataleaba y chillaba.
-Disculpe las molestias-Dijo otro, inclinándose ante mí.
Yo arqueé una ceja, mientras observaba cómo se llevaban al niño hacia fuera.
-Exijo una clara explicación –Dije totalmente calmada, cruzándome de brazos.
-No pasa nada, el niño…Verá, el niño sufre un…Un leve trastorno mental y dice cosas que no son. Imagínese, ya ha oído usted…
-Yo no he oído nada. ¿Qué es lo que el niño ha dicho exactamente?
-Pues verá…Nada importante. Tenemos que llevarlo…Eh…A su casa. Disculpe las molestias nuevamente. Adiós.
El hombre retrocedió y rápidamente desapareció junto con los otros dos.
Sin pensarlo casi, cogí uno de los abrigos del perchero y me enfundé en él, dispuesta a llegar al fondo de éste asunto.
Mi intuición decía que ése niño estaba, en realidad, completamente sano.
Y, además, ¿Qué habría querido decirme?
Anduve rápidamente por las resbaladizas calles del pueblo, siguiendo de lejos a los hombres y al niño, que se metieron en una de las casas del norte.
La poca gente que paseaba en esos momentos me observaba sin decir una palabra.
Me asomé a la ventana de la casa. No  podía ver mucho, pero afortunadamente, se oía todo.
-¡¡¡Michael!!!-Chilló el hombre que me había pedido disculpas recientemente- ¿En qué  estabas pensando? ¡Ibas a mandarlo todo al garete!
Parecía realmente enfadado.
El chico estaba sentado en una silla, frente a él, creo, y se removía, inquieto.
-Quiero recuperarla.
-Sabes muy bien que eso es imposible. Tu hermana está muerta. Deberías de aceptarlo ya.
-Debería saber la verdad.
-Es una muñeca. No tiene sentimientos. Simplemente, cree ser como nosotros. Y es mejor que lo siga creyendo. El Jefe lo quiere así. Es todo parte del Gran Experimento.
-¡El Jefe es un ser cruel y despiadado!
-Y también un genio brillante. ¿Quién habría podido inventar cosa así, ¿Eh? ¡Dime!
-Nadie, pero no había necesidad de crear tal cosa. Además, hubo que sacrificar a Alice. Ali…
-Ya te he dicho que no puedes recuperarla. Muerta está y muerta se quedará. Ahora te quedarás aquí un buen tiempo, para que no vuelvas a repetir esta gran tontería que te podría haber costado la vida, tanto a ti como a mí. A ver si mantenemos la boca cerrada. ¿Está claro?
-Yo sólo quería…
Hubo un fuerte portazo. Michael se quedó sólo.
Comenzó a llorar y a hipar desconsoladamente.
Empecé a pensar.
¿Habían estado hablando de mí?
¿O de esa Alice?
Era raro, por que yo me llamaba a mí misma Alice, pero nadie más lo sabía.
No era gracioso. Estaba empezando a preocuparme. Quería hablar con ese niño. Debía hablar con ese niño.
El hombre ya no estaba en la habitación. Tenía que entrar, como fuera, coger al chico y salir de allí.
Me puse de puntillas y agité una mano, para que el niño me viese. Así fue, puesto que la ventana se abrió, pocos instantes después.
-¿Qué haces aquí?-Preguntó, asombrado, enjugándose las lágrimas.
-Quiero que me lo cuentes todo, Michael. ¿Qué está pasando?
El chico miró a su alrededor para asegurarse de que no había nadie y saltó de la ventana, aterrizando junto a mí. Me tomó de la mano y comenzó a andar calle abajo aceleradamente. Yo simplemente, le dejé hacer.
Se metió en un pequeño callejón todavía cubierto de nieve. Se sentó sobre ella y me hizo una señal para que hiciera lo mismo.
-Bueno, ¿Por dónde empiezo?-Dijo, algo nervioso y estresado.
-¿Qué tal por el principio?-Sugerí. Él sonrió amargamente.
-Te llamas Alice. Y eres mi hermana. Bueno, no exactamente.
-¿No exactamente?-Estaba algo turbada, puesto que aquel chico no me sonaba de nada. ¿Debía creerlo?
-Hay un gran científico en éste pueblo, que funciona a modo de Alcalde puesto que es quien mueve los hilos. No sólo es un gran científico, qué digo, es un genio. Lo conoces, de hecho.
Tenía un proyecto. Quería crear personas humanas. Clonarlas, digamos. Pero no de la misma manera de la que somos. No quería hacer robots. No quería hacer muñecos de cera. Por ello, recurrió al azúcar.

Yo no dije nada. Estaba confusa. Y entendía más bien poco.
Michael suspiró y prosiguió:
-Creó un extraño mejunje hecho de azúcar, se deformaba como la plastilina. Parecía un juego de niños. Pero, al pasar veinticuatro horas, la pasta se solidificaba y resultaba indestructible.
 Y con ello formó unos huesos, que formaban todo un esqueleto humano. A continuación construyó todo el envoltorio muscular con una sustancia elástica, rosada y azucarada.
Y después, con chocolate blanco y más azúcar, creó el envoltorio definitivo, el de la piel. Una gruesa capa de ‘algo’ duro semejante a la porcelana.
Era un genio…Un artista.
Ya estaba cobrando la forma de una bella jovencita de dieciséis años, bajita y delgada.
Era preciosa.
Y a quién había elegido cómo modelo para fijarse, había sido…Su hija. Alice.
O en otras palabras, mi hermana.
Tardó meses en hacer su más hermosa creación, un retrato a escala real de su querida hija hecha de dulce.
Juntó sus dos razones de vivir en una sola.
La llamó : La muñeca de azúcar.
Todos estábamos maravillados. Alice se sentía realmente afortunada.
La muñeca era perfecta, bella y preciosa. Mi padre sólo tenía un sueño, un deseo, una ambición en esos momentos: Que cobrase vida.
Sabía que eso era imposible, pues no había nada vivo en ella, aunque su cuerpo era exactamente cómo el de un humano. Sólo que, claro está, estaba hecho en su gran mayoría de azúcar.

Y entonces, tuvo una gran descabellada y peligrosa idea.
Si sus cálculos eran totalmente correctos sobre la muñeca, Necesitaría el sistema respiratorio, nervioso, digestivo, circulatorio y excretor humanos para que funcionase como tal.
Por lo que una noche de locura, anestesió a su propia hija para abrirla completamente y extraer lo que necesitaba para introducirlo en su querida muñeca.

Y así…Naciste tú.

Yo no dije nada. Estaba realmente impresionada.
-No es posible que matase a su propia hija para verme viva a mí-Conseguí articular palabra.
-No era ese el plan –Dijo- Mi padre realmente esperaba que su hija viviese dentro de esa muñeca. La amaba con toda su alma. Pero surgió un problema y tu memoria se reseteó completamente. Ahora eras la ‘Muñeca de Azúcar’. No Alice. Alice estaba muerta.
Hubo que enseñarte de nuevo a caminar, a leer, a escribir, a comer…Pero aprendiste deprisa. Aunque de eso, aparentemente, no te acuerdas.
Yo negué con la cabeza.
-Si yo no soy Alice, ¿Por qué me llamas cómo si lo fuera?
Michael rompió a llorar en ese mismo momento.
-Por que…Esperaba que me recordases. Esperaba recuperarte…Recuperar a mi hermana-Rectificó, entre sollozos- Eres una hermosa creación. Probablemente la más impresionante de éste mundo. Yo sólo quería que supieras la verdad. Que…Estás hecha de azúcar.
Todo el mundo te conoce y todo el mundo te respeta. Por que eres el mejor invento de toda la historia. Todas las noches, alguien se cuela en tu casa para que no te falte nada, para que vivas en el máximo lujo cómodamente. Todo por órdenes de mi padre.
-Así que…Al fin y al cabo no soy más que un invento. Que un deseo fallido de la reencarnación de Alice en un cuerpo comestible.
Me sentía rara. Sabía que algo iba mal.
Me incorporé y caminé hacia mi casa.
Bueno. No era mi casa.
Era la casa de Alice.
No miré atrás para ver al pequeño Michael rodeado de sus lágrimas y de nieve.
No sentía lástima. No sentía desesperación. Ni frustración. Ni sorpresa, al descubrir lo que era.
Por que, aunque tuviera el cerebro y el corazón de Alice, seguía siendo una muñeca.
En el último instante, cambié de rumbo. Iría hacia casa del alcalde/científico/genio. O mi padre. Bueno.
Llamé suavemente a la puerta.
-¿Quién es?-Susurró una voz ronca y masculina.
-Soy la muñeca de azúcar.
Pareció sorprendido. Abrió.
Tendría unos cincuenta años. Tenía el pelo alborotado, cubierto de mechones grises. Vestía una bata blanca, y tenía el rostro apagado.
-Vaya…Qué sorpresa…¿Qué le trae por aquí?
-¿Puedo sentarme?-Dije, sin contestar a su pregunta, dirigiéndome a su despacho.
-Eh…Claro, claro, sí. ¿Quiere un té?
-No estaría nada mal. Gracias.
Me senté frente al escritorio del que probablemente era mi padre.
Observé que tenía un abrecartas en la mesa. Lo cogí delicadamente y lo escondí entre mis faldas.
El científico entró con una humeante  taza de té poco después y la puso frente a mí.
-Gracias- Dije.
Él se sentó frente a mí.
-¿Y qué le ha hecho venir por estos parajes?
Yo estiré el brazo izquierdo y lo puse sobre el escritorio. Cogí el abrecartas y me abrí un tajo en la ‘piel’. No sentí dolor.
-¡Eh!¡Eh!¡Al..!¿Qué hace?
Enganché la parte inferior de mi dentadura en el interior del tajo y tiré, hasta arrancarme un trozo de piel.
Me lo comí.
-Hizo un buen trabajo conmigo, Alcalde. De verdad. Se lo agradezco.
-Tú…Alice…Tu piel…No se puede sustituir…
-Al menos está rica. Sabe a chocolate blanco. –Dije yo, tranquilamente saboreando la mezcla del chocolate, azúcar y demás químicos que se deshacía en mi lengua.
-¿Lo sabías todo desde el principio?-Preguntó.
-Lo sé todo desde hace apenas diez minutos. Que sepa que me parece increíble lo que ha hecho. Ya que me ha dado la vida. Sé que está dolido por que, aunque sea el interior de su hija. Su hija, en realidad, está muerta. Yo sólo soy una mera copia de ella. Yo no soy Alice.
Soy semejante a un robot. No tengo sentimientos. Mi mente se resetea de vez en cuando y no recuerdo nada, pero por lo menos, tengo mis cuadernos que me ayudan a recordar.
Gracias por darme todo cuan he necesitado, aunque no lo haya pedido.
Pero mi corazón funcionaría mejor en otro cuerpo que no es este. ¿No le parece, Alcalde?
-Tienes razón…Alice, tienes razón. Lo siento tanto… Yo de verdad estoy arrepentido…Me volví loco y ...
-No soy Alice- Repetí- Soy una muñeca de azúcar.

-Redshell.

4 comentarios:

  1. Te comento porque me das pena (o porque te echo de menos) xD.
    La verdad que... me ha gustado este relatillo tuyo, aunque me esperaba yuri. Pero está bien, aunque la ciencia falla contra la creatividad, pero te lo dejamos pasar.
    Y ese momento en el que Alice engulle un trozo de su propia piel... hace dañito xD. Al imaginarlo todo queda un poco siniestro, pero quedo con la duda de saber cómo es la sangre de Alice é.é

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    1. No quiero dar pena :/
      Pues menos mal que te ha hecho dañito por que al principio iba a ser algo gore gore, pero en el último momento me relajé.
      Ya, no tiene sentido, pero no sé de ciencia y me lo invento todo de una manera muy kawaii desu ne(?
      La sangre de Alice esagua, vale?xD agua azucarada. Sí. Ya ves qué imaginación.
      No todo es yuri, cariño mío xD.

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  2. Pues a mí me ha encantado. Al contrario que como dice marilen, creo que hubiera estado mejor que se comiera a sí misma del todo xD. No sé, sería más dramático. Me gusta el drama JAJAJA. Pero está genial, muy original. Y eso de que la ciencia falla... Es un relato de ciencia ficción, no tiene que ser real

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  3. O sea tía yo me declaro Sarahtor forever

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